El trabajo aborda la movilización estudiantil en Chile, desde su capacidad de producir significados a partir de los cánticos y gritos de sus actores, y cuya finalidad es dar cuenta de la manera en que define el problema de la educación pública, al tiempo que va formulando un conjunto de argumentos morales y emocionales referidos a la justificación del proceso de manifestación y de la demanda por la gratuidad. Desde la perspectiva de los marcos de acción colectiva, principalmente en la obra de William Gamson, mostraremos la capacidad del movimiento para ofrecer paquetes interpretativos en torno a los ejes que definen el enmarcado de la movilización. Metodológicamente, se centra la mirada en los enunciados -eslóganes, cánticos, gritos y lienzos- que se producen durante las marchas, utilizando el
This article deals with student mobilizations in Chile from the viewpoint of their ability to produce signifiers based on the actors’ chants and shouts; the aim is to review how public education is defined and also formulate a series of moral and emotional arguments regarding the justification of the process of demonstrating and the demand for free education. The author uses the frameworks of collective action -mainly the work of William Gamson- to show the movement’s ability to offer interpretative packages around the axes that define the framework of the mobilization. Methodologically, he centers on the statements (slogans, chants, shouts, and banners) produced during the marches using frame analysis. Lastly, the article concludes by evaluating the analysis of moral and emotional elements, indignation as the basis for the feeling of injustice, the pride and confidence as the basis for agency, which configures the framework of the student mobilizations in Chile.
El 19 de julio de 2011, en los momentos más efervescentes de la movilización estudiantil chilena y un día después de haber nombrado a Felipe Bulnes como nuevo ministro de Educación, el entonces presidente Sebastián Piñera abogaba por una mayor conexión entre la educación y el empresariado para superar la crisis educacional denunciada por los estudiantes. Durante la inauguración de un instituto de educación superior privado, entregó su compromiso al fomento de la relación estrecha entre educación y mercado, definiendo la primera como un bien de consumo y fuente de inversión. En sus palabras: “La educación tiene un doble propósito, es un bien de consumo […], pero también la educación tiene un componente de inversión […]” (
En tal operación discursiva, Piñera atribuyó sentido a la educación al limitarla como bien de consumo intercambiable en el mercado, que requiere de la inversión de la iniciativa privada (como prestadores y consumidores) para su funcionamiento. Con ello respaldaba el enlace mercado-educación que se dio en Chile a partir de la implementación del dispositivo neoliberal, reforzando el proceso de mercantilización iniciado durante la dictadura (
En ambas citas es posible visualizar un ejercicio que intenta producir un efecto de deslegitimación de la causa estudiantil frente a la opinión pública, ya que se expone un motivo para reducir la capacidad de las manifestaciones y la potencia de su demanda por la educación pública gratuita. De manera más precisa, ajustándonos al contexto de movilización social estudiantil de 2011 a 2013, ambas intervenciones van conformando un contraenmarcado (
Nuestra tesis es que la movilización estudiantil desplegó, durante sus manifestaciones públicas, un conjunto de enunciados de carácter moral y emocional, en tanto los discursos públicos encarnados en cánticos, gritos, eslogans, puestos en escena durante las protestas, configuraron -en parte- el marco de sentido del movimiento. Son estos ejes interpretativos, junto con los cognitivos, los que permitieron sostener la demanda de una “educación pública gratuita y el fin al lucro”, durante el periodo analizado, al disputar el sentido común frente a los actores políticos, económicos y mediáticos. Estudiar las emociones morales que configuran los marcos de sentido de la movilización de los estudiantes presenta aún hoy una actualidad capital, ya que las manifestaciones sociales han sido una constante en el Chile post-2011, y la dimensión moral y emocional ha sido descuidada por las investigaciones desde la sociología y la ciencia política.
El texto se estructura en cuatro apartados. Primero, planteamos las bases conceptuales que guiarán el análisis con base en los marcos de sentido. En segundo lugar, presentamos análisis de cada uno de éstos vía paquetes interpretativos asociados a tales ejes, poniendo énfasis en los juicios morales y emocionales. En el tercer apartado relacionamos la discusión conceptual y el análisis descriptivo con el fin de proponer nuestra apreciación del marco de sentido de la movilización estudiantil. Por último, a manera de conclusión, exponemos una breve síntesis de lo argumentado, resaltando el carácter moral y emocional que sostiene a la demanda por la gratuidad en la educación superior, al mismo tiempo que se presentan los límites y proyecciones del trabajo.
La movilización estudiantil chilena destacó por su capacidad para sostener jornadas de protesta callejera y de manifestaciones públicamente atractivas por un periodo de tres años. No obstante, estar en la calle por tanto tiempo no fue su único logro, también consiguió con un éxito inaudito, en el contexto posdictadura, posicionar sus demandas en la opinión pública y generar un discurso que colonizó el escenario nacional durante ese lapso. Con esto el movimiento configuró, durante la contienda pública, una definición discursiva de la situación, consistente, creíble y atrayente, que colaboró, junto a los
La perspectiva del enmarcado (
Este tipo de posicionamiento rescata el plano simbólico para proponer un acercamiento que pueda considerar las creencias grupales, los elementos ideológicos, las formas de significación compartida y de prácticas comunes en la constitución de los procesos de movilización social y sus sentidos y, por ende, asume un posicionamiento construccionista en su formulación (
El punto de arranque de los marcos de la movilización es la capacidad de los actores colectivos de producir significados y darle sentido a las situaciones sociales conflictivas en las que se encuentran, mediante una serie de acciones como identificar una situación, clasificarla y organizar una respuesta (
Así, un marco de la movilización es el conjunto de creencias y significados orientados a la acción que legitiman las actividades de un movimiento social (
Será William
El primer elemento -el marco de injusticia- se define como “la producción de un juicio moral con respecto a la situación […] de los actos y condiciones que producen el estado de sufrimiento” (
En segundo lugar, el marco de agencia se refiere a las operaciones de argumentación que generan la confianza en el movimiento de que mediante las acciones realizadas es posible cambiar la situación definida como injusta y dañina. Remite a las acciones discursivas por las cuales el movimiento social se define a sí mismo como un agente con potencial de acción capaz de revertir la situación problemática (
Un tercer elemento, el marco de identidad, da cuenta de las operaciones discursivas que permiten clasificar a los actores implicados en la situación conflictiva mediante un esquema dicotómico de “nosotros y ellos” (
Para efectos del análisis de este artículo, se utilizó la noción de marcos de injusticia y de agencia, que serán observados preferentemente desde los enunciados morales y emocionales de la propia movilización, con base en su condición de discurso o texto,
Desde esta posición, se reconoce que las interpretaciones y los juicios de los actores movilizados sobre la realidad social se conforman a partir de las imágenes y los significados producidos públicamente y que vinculan situaciones personales (daño individual) con definiciones culturales y morales de implicación pública (
Definido lo que se entiende por marco de la movilización social, corresponde pasar al análisis situado de las protestas estudiantiles mediante la reflexión acerca de un conjunto de enunciados puestos en escena durante estas jornadas, a partir de los marcos de injusticia y de agencia.
Frente a la defensa de la educación neoliberal realizada por el gobierno, la movilización estudiantil respondió tempranamente con la ruptura del eslabón simbólico entre educación y mercado. El conflicto se definió por el problema de la educación pública y su abandono estatal frente a la hegemonía del mercado como modo de funcionamiento del modelo, así como por los efectos que el dispositivo neoliberal de la educación produce: desigualdad, segregación, exclusión, endeudamiento (
Tal diagnóstico se sustenta con base en un conjunto de enunciados (eslóganes y lemas) que fueron configurando su causa públicamente. Una de las primeras operaciones realizadas por la movilización fue constatar la existencia de un vínculo causal entre la instalación del dispositivo neoliberal de educación de mercado durante la dictadura militar (1980-1990), la consolidación durante la democracia de los consensos (1990-2010) y el periodo de 2011 a 2013. A pesar de que el gobierno es de nuevo signo, siendo el primero de derecha en el ciclo “democrático” después de la dictadura, es posible observar la continuidad sostenida por la gubernamentalidad neoliberal y la gramática del orden y los consensos, al menos en materia de educación (
Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver/
Esto no es un gobierno, son puras leyes de Pinochet/
Que lo vengan a ver, que lo vengan a ver/
Esto no es un gobierno, son puras leyes de Pinochet.
Así, se denuncia públicamente la implementación del régimen neoliberal de educación en la dictadura, su continuación en los gobiernos de concertación, y su defensa y legitimación durante el gobierno de Piñera. Tal situación entre el momento dictatorial (1973-1989) y el democrático (1990-2013) será reconocida y remarcada en las jornadas de movilización, al punto que acusa una continuidad incluso ideológica, más allá de las políticas públicas implementadas. Existe una atribución negativa de todos los actores políticos del periodo por parte de la movilización estudiantil, como queda explícito al ritmo del cántico:
Udi, Concerta, Longueira y Bachelet /
son la misma mierda, igual que Pinochet.
Los partidos políticos de ambos espectros del campo chileno son señalados en el cántico anterior, ligados por su similitud y asociados de manera directa a la figura del dictador Augusto Pinochet. La UDI (Unión Democrática Independiente) es situada en el mismo espacio político-ideológico que la Concertación de Partidos por la Democracia (Concerta), para que en una siguiente operación discursiva sean asociadas con el periodo dictatorial. La movilización estudiantil plantea en su enunciación la herencia política-jurídica de la dictadura mediante los dos cánticos anteriores. Según el movimiento, las políticas sociales y públicas, la Constitución y los principios jurídicos, y también los actores políticos, nos recuerdan el peso de esa terrible época y dan pie a su continuidad. El momento democrático posterior a 1990 no quiso -en la interpretación estudiantil- romper con la tradición de Pinochet, que dibujó los contornos neoliberales en los que ocurrió la contienda de los estudiantes por una educación pública, contornos pulidos y refinados por los gobiernos democráticos. De tal forma, que el blanco del discurso estudiantil fue un cuestionamiento a la democracia institucional derivada de la dictadura.
Sin embargo, los enunciados del movimiento no se limitan a la denuncia. El cántico atribuye valor negativo a la continuidad identificada, al calificarla mediante la figura de “la mierda” (materia fecal), es decir, como un periodo nefasto y sucio que siguió durante la democracia. Desde lo moral, la herencia dictatorial se tradujo en la perpetuación de un régimen de desigualdad y daño contra la ciudadanía y el pueblo. El daño y los agravios sufridos por el pueblo se hacen patentes en la siguiente consigna, enunciada en 2013 en las marchas que se oponían a las elecciones futuras (reelección de Bachelet):
Nos cagó Piñera, nos cagó Pinochet/
ahora ni cagando nos caga Bachelet.
Específicamente, la causa estudiantil reconoce en el modelo educativo de mercado la continuidad denunciada en las protestas, y mediante los cánticos se expresa la crítica moral a los principios legales y jurídicos que sostienen el negocio de la educación. Así, el dispositivo neoliberal en torno a ésta, al decir de la movilización, ha seguido un camino institucional que circunscribe y especifica su mercantilización en términos ilegítimos. El cántico alzado en las marchas de 2011 da cuenta de esto:
Nos cagaron con la LOCE/ nos cagaron con la JEC/
ahora
El estudiantado no sólo entiende que el proceso que va desde inicios de la década de los ochenta hasta la actualidad ha sido una “mierda”, sino que ha tenido efectos perjudiciales para ellos mediante la mercantilización de la educación secundaria y superior; por ejemplo, la Ley General de Educación (LGE) con Michelle Bachelet (“la gordis”), después de la movilización pingüina de 2006. Siguiendo con la metáfora de “la mierda”, los estudiantes han sido “cagados”, es decir, viven cotidianamente en y con ella (la mierda), debido al conjunto de decisiones político-institucionales implementadas por el gobierno dictatorial con la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), así como por los gobiernos democráticos con la Jornada Escolar Completa (JEC) y la LGE.
En su articulación, los cánticos anteriores permiten establecer el juicio moral que la movilización define en torno al régimen neoliberal instalado desde la dictadura. El argumento señala la sensación de engaño vivenciada por la población debido a la continuidad entre el periodo dictatorial y la democracia, encarnada en el terreno educacional en la figura del lucro, que se deja ver en la serie “nos cagaron” (a los estudiantes), “nos cagó” (Piñera/Bachelet/Pinochet) y “son una mierda” (la clase política sin distinciones). Era cotidiano escuchar en las marchas la idea de haber sido timados y degradados por el actual modelo bajo la idea del engaño y la estafa
El movimiento, como se verá más adelante, atribuye responsabilidades a la clase política en la figura de “ellos nos cagaron”. Expresado de manera más simple, que “te caguen”, emocionalmente hablando, no genera sólo un malestar -el cual es más bien abstracto y difícil de atribuir a un algo o alguien-, sino que produce indignación y rabia en los estudiantes (
De esta manera, el marco de injusticia que promueve la movilización define un foco de indignación moral, sustentado en las ideas de robo, estafa, lucro y negocio en la educación, produciendo una figura social que podría entenderse como la víctima del modelo educativo: el endeudado. En el siguiente grito se puede observar la existencia de esta nueva figura:
Egresado y endeudado/
sin la ayuda del Estado
Egresado y endeudado/
sin la ayuda del Estado.
El endeudado es el producto subjetivo característico del actual modelo mercantil educativo, dentro del cual la posibilidad de financiar sus estudios, en favor de la prometida movilidad social, se basa en la obtención de créditos y préstamos bancarios o de casas comerciales, lo que se ha entendido como la bancarización de la educación (
No obstante, esta figura no se reduce a los estudiantes, pues con la plasticidad del mercado se expande también a sus familias, que actúan como aval:
La educación es mía; me la quieren quitar,
la educación es mía; me la quieren quitar/
sólo porque mis padres no la pueden pagar/
sólo porque mis padres no la pueden pagar.
Como se observa, el cántico anterior define la problemática como bien mercantilizado (
Chileno, chilena, salga a protestar/
para que sus hijos puedan estudiar.
La figura de endeudado(a) no se acepta sin cuestionamientos desde el mundo estudiantil o de la ciudadanía movilizada, sino todo lo contrario. Los cánticos utilizados en las manifestaciones por los(as) estudiantes, no sólo denuncian la situación de endeudamiento excesivo, también interpelan a otros(as) actores de la sociedad, apelando al núcleo familiar. De esta manera, el(la) manifestante abandona su posición pasiva y denuncia su condición de endeudamiento, al mismo tiempo que llama al “chileno y [la] chilena”, personificados(as) en la figura de los(as) padres, a hacer lo mismo, redefiniéndose y dejando a un lado el lugar asignado por el orden social.
A manera de síntesis, el movimiento ha definido una indignación moral delimitada por la continuidad neoliberal entre la dictadura y la democracia, lo que ha significado el despojo, robo y daño para la población de sus posibilidades de mejorar su situación social. El segundo componente es la definición de víctima que se observa en el enmarcado de la movilización, que tiene una doble vertiente, de acuerdo con el nivel de observación que el análisis refiera. Al considerarse el modelo gubernamental en su totalidad -la herencia dictatorial del régimen democrático- la víctima es el pueblo y el ciudadano, es decir, una figura abstracta pero encarnada en realidades individuales. Por otro lado, si se pone el foco en el dispositivo educacional, aparece la figura del endeudado por la educación de mercado. El lucro produjo su propio sujeto que le permite reproducirse -los estudiantes y sus familias-. No obstante, ambas figuras comparten la condición de “endeudado”, que representa y consolida las distancias entre los cada vez más comunes deudores y los cada vez más limitados acreedores (
De esta manera, la operación discursiva realizada por la movilización a la situación de indignación moral fue la de poner en cuestión el eslabón que conecta el mercado y la educación: la idea de ésta como bien de mercado y dar cuenta de su deterioro público y abandono estatal, tratando de trazar claramente las distancias entre la herencia y la posibilidad del cambio. Entre lo ya sufrido y lo posible de soportar en la actualidad. Así, la movilización situó tempranamente en el proceso las diferentes posiciones en juego. Mientras el gobierno, tal como en la frase anterior del exmandatario sobre la educación (
La educación es un derecho, para el gobierno un privilegio/
La educación es un derecho, para el gobierno un privilegio.
Las posiciones son contrapuestas y distantes. La adoptada por el movimiento es clara: mientras la educación sea un bien mercantil, seguirá reproduciendo desigualdades, promoviendo segregación y fomentando injusticias. Poner el foco sobre ésta como derecho, mediante la gratuidad, significa enfrentar tales efectos perversos (
No obstante, para ello no basta con denunciar las diferentes posiciones en juego, pues la tarea es más compleja, ya que se trata de romper el cordón que une al Estado con el mercado, para disolver el nudo educación-mercado. Por ende, el juicio moral de la movilización vuelve a situar el problema en tal vinculación, ofreciendo una alternativa a la situación de fatiga moral y social que vive el pueblo en general y que se expresa en el cántico tradicional del periodo 2011-2013:
Lo que el pueblo necesita es educación gratuita,
porque el pueblo está cansado de las leyes del mercado/
lo que el pueblo necesita es educación gratuita,
porque el pueblo está cansado de las leyes del Estado.
Frente al agravio producido por la desigualdad social de este vínculo desde la dictadura, la alternativa propuesta por la movilización es la educación gratuita. A partir del conjunto de protestas el movimiento delimitó el campo en el cual intervenir y definió los objetivos a los que había que apuntar para romper el nudo educación-mercado. Con esto se evidencia que el modelo de educación mercantil la define como un bien de mercado antes que un derecho que asegure movilidad social y se comprometa con un proyecto de desarrollo del país, frente a lo cual la movilización apuntó para restituir el derecho a estudiar de manera pública y gratuita que responsabilizaría al Estado en su compromiso con lo público y la idea de sociedad. Definió claramente sus tareas teniendo muy claro a qué debía oponerse:
No queremos (¡NO!) /
No nos interesa (¡NO!) /
que la educación se convierta en una empresa.
El juicio por parte de la movilización estudiantil fue realizado y el marco moral definido, las víctimas identificadas y los responsables impugnados. La tarea autoasignada durante el proceso fue la defensa de la educación, como lo inscribe en el espacio público el cántico insigne del proceso:
Vamos compañeros,
hay que ponerle un poco más de empeño/
Salimos a la calle nuevamente,
la educación chilena no se vende: se defiende.
Una vez definido el marco de injusticia, corresponde analizar el marco agencial de la movilización estudiantil en la promoción de una causa: la defensa de la educación pública gratuita y el fin del lucro.
Sin embargo, la respuesta de la movilización estudiantil no se limitó a señalar juicios en torno al problema de la educación, sino que invitó a otros estudiantes y a la ciudadanía en general a participar de la búsqueda de respuestas y soluciones más allá del mundo técnico y experto o de la clase política, como se pudo vislumbrar en la negativa a aceptar pasivamente el endeudamiento producido por el modelo educativo mercantil. Se desplegó un ejercicio de legitimación de la capacidad de agencia mostrada por el conjunto de marchas y
Frente al enunciado del exministro Bulnes del fin de las marchas y el tiempo del diálogo entre expertos y autoridades, la educación pública respondió enfáticamente con rechazo. Las manifestaciones continuaron y en ellas se podían escuchar cánticos que dan cuenta de la capacidad de agencia que la movilización logró, fomentado una
A ver, a ver, a mover las patitas/
Hay que moverlas/
Por la educación gratuita.
Tanto en este cántico como en otros que fueron entonados en el transcurso de las marchas estudiantiles, la movilización realizó distintas operaciones discursivas. La primera remite a la tarea crítica que se ha autoasignado: la defensa de la educación pública, oponiéndose a su mercantilización. Las consignas que tienen en la base esta tarea se constituyen como un punto de sutura del sentido social y político (
Una segunda remite a la apelación moral-afectiva para reforzar la movilización, mediante el fomento del compromiso con ella. Tal operación se realizó -en varias ocasiones-mediante recursos como el humor, que se constituyen en insumos retóricos que se utilizan para aumentar el poder de convocatoria, apoyo y respaldo, con base en el desarrollo del entusiasmo, como se observa en el último cántico (
Que pasa en las calles, que hay tanto movimiento/
somos estudiantes mostrando descontento.
Tanto en el cántico anterior como en las pancartas y los carteles utilizados en las marchas, estuvieron presentes el descontento, la rabia y la insatisfacción que produce un modelo de educación como un bien de consumo y los agravios consecuentes que produce a los estudiantes; por ejemplo, un cartel que reza: “nosotros también perdimos la paciencia”, en respuesta al gobierno. Tal indignación se constituyó en fuente moral para que las calles fueran utilizadas como el espacio de expresión del descontento (
Dicha validación se dejó ver en las constantes críticas públicas y mediáticas hacia el movimiento estudiantil desde el gobierno, como la de Carlos Larraín, presidente de Renovación Nacional (RN) durante 2011, quien denominó a los manifestantes estudiantiles como “una manga de inútiles subversivos”
Hay que ver a este gobierno/
Hay que ver la vuelta que da
Con un pueblo que camina pa’delante/
Y un gobierno que camina para atrás.
A través de este lúdico cántico, entonado durante las marchas y que se acompañaba de un breve baile, el movimiento estudiantil fue enfático en dar cuenta de la incapacidad del gobierno de “ir a la par” con las demandas y necesidades de la sociedad, sin responsabilizarse por ellas, sosteniendo la distancia entre ciudadanía y clase política como herencia del periodo dictatorial.
No toda invitación a la movilización se jugó en atribuciones de sentido moral, emocional o estratégico; algunas fueron manifestaciones de su fuerza como expresión de la potencialidad de la puesta en escena de las marchas. Un ejemplo es el año 2012, en que muchas de las programadas fueron conducidas por la Intendencia de Santiago hacia calles aledañas a la avenida Libertador General Bernardo O’Higgins -mejor conocida como la Alameda-, con el fin de evitar que ocupasen la principal arteria vial de la capital chilena. Frente a tal desdén, el movimiento estudiantil no guardó silencio y se dirigió a abrir las grandes alamedas:
“Avanzar, avanzar / Por la calle principal
Avanzar, avanzar / Por la calle principal”.
El grito también fue utilizado en los momentos en que comenzaron los enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas policiales, cuando querían reagruparse y volver a la marcha para continuar el trayecto. Así, este cántico se constituyó como una expresión de fuerza al ocupar el espacio público sin el permiso de la autoridad, reencauzando la manifestación por el lugar que los estudiantes definían como el indicado para expresar su demanda. Moralmente apelaba a una legitimación pública por estar juntos de manera masiva en la calle, luchando por los derechos. Por ende, desafiaron a la autoridad en múltiples oportunidades, dando paso al otro sentimiento moral que conformó la batería emocional (
Los argumentos morales, emocionales, estratégicos, humorísticos o de fuerza, conformaron los paquetes interpretativos que la movilización por la educación pública creó y desplegó. Son marcos complejos que constan de una riqueza argumentativa que expone la fuerza de la acción simbólica y la capacidad de significación del movimiento (
Ahora bien, la capacidad de agencia de la movilización estudiantil no sólo fue un mecanismo de refuerzo interno de la misma, sino que también se dio en relación con la adhesión del público (
El grito anterior fue una invitación a la ciudadanía para implicarse en el proceso, que una vez que aceptó dio legitimación social a la protesta en tanto expresión de descontento e indignación, como fuente de orgullo y valoración. De esta manera, se propuso una conexión entre actuación contenciosa y el logro de la defensa de la educación pública como meta. La capacidad de agencia a partir de su base emocional y moral, con la batería indignación y orgullo, permitió proyectar la movilización generando un sentimiento colectivo y de acompañamiento.
Señora, señora, usted no está sola/
¡salga a la calle con su cacerola!
Aquí se observa la apelación que se hizo a recursos morales como el de la solidaridad y el reconocimiento común, con base en las diferencias en las
El marco de agencia de la movilización tiene fundamento en su capacidad de defender la educación pública de la influencia mercantil y en la denuncia que se hizo de la incapacidad del gobierno. Con ello pudo legitimar sus formas de actuar y sus causas, contando con argumentos morales, emocionales y racionales que le dieron, momentáneamente, la sensación pública de triunfo, al punto que potenció su satisfacción propia y fomentó la osadía y valor hacia el gobierno. Manifestó también una potencialidad en su proceder, que le permitió instalar ciertos formatos de movilización como recursos válidos y disponibles en el contexto democrático, como la marcha. De esta manera, el marco de agencia pudo escabullirse por las grietas de la política del orden y permitir la emergencia de otras formas de actuar y de hablar.
Luego de tres años de manifestaciones estudiantiles frecuentes en torno a la gratuidad de la educación, el 26 de junio de 2013 se llevó a cabo una con un detalle particular: se convocó a estudiantes y al sector del trabajo, a sólo cinco meses de las elecciones presidenciales, para mostrar la fuerza de las movilizaciones contra la política institucional. En ésta se escucharon los mismos cánticos entonados en las marchas anteriores, sólo que uno de ellos presentó una pequeña variación:
Lo que el pueblo necesita es educación gratuita,
porque el pueblo está cansado de las leyes del mercado/
Lo que el pueblo debe hacer, es luchar hasta vencer.
El cántico deja ver la conjunción del marco de injusticia con el marco de agencia, luego de tres años de manifestaciones públicas. Frente a la mercantilización de la educación y su definición como un bien de consumo, que produce sujetos “endeudados”, el movimiento propone como alternativa la lucha porque ésta sea pública, gratuita y de calidad. La respuesta al endeudamiento y a la segregación a la que esta situación conlleva, así como el agravio moralmente insoportable que tales condiciones han producido, es luchar en la calle y contraer un fuerte compromiso con la causa, basada en una batería emocional y moral (
El enmarcado de la movilización estudiantil le permitió fijar ciertos argumentos morales y emocionales, junto a un modo de actuar colectivo, dotando al proceso de su propia legitimación. Con ello, la marcha fue reconocida como una modalidad socialmente valorada para exponer públicamente un malestar social incubado durante más de veinte años, pero también se externaron abiertamente las injusticias sociales provocadas por el modelo neoliberal de la educación de mercado. Además, se generó cierto consenso social en torno a la figura del deudor y la fragilidad de su posición social, al tiempo que el lucro fue ampliamente cuestionado y comenzó a presentar ciertos costos simbólicos expresados en la utilización pública de apelativos como ladrón, usurero, estafador.
El trabajo de enmarcado incluye argumentos cognitivos (causales), emotivos, humorísticos y morales (
De esta manera, el compromiso de movilizarse por la educación pública gratuita y por el fin al lucro es uno de los legados del proceso de las contiendas estudiantiles. Sin embargo, este no sólo es moral, sino también político, ya que el movimiento se definió a sí mismo como una agencia colectiva con capacidad de acción transformadora que combinó en su actuación los elementos cognitivos con los morales y los emocionales (
Volveremos, volveremos, volveremos a tener/
esa educación gratuita que nos robó Pinochet.
Entonces, uno de los hallazgos más significativos del marco moral y emocional del movimiento estudiantil desde 2011 es la batería moral que le da cuerpo, en tanto mecanismo de emociones en contraste con un valor positivo y uno negativo (
El presente artículo abordó la movilización estudiantil por la educación pública gratuita desde la perspectiva del enmarcado, siguiendo los planteamientos elaborados por William Gamson y, para ello, se utilizaron diversos cánticos y gritos que fueron entonados en las manifestaciones de 2011 a 2013.
El marco de injusticia que logramos reconstruir señala que la educación pública en Chile fue, y continúa siendo, abandonada por la clase política y el Estado, perdiendo su condición de derecho social en beneficio de un modelo neoliberal que la trasformó en una mercancía, lo cual ha traído como consecuencias el endeudamiento, la desigualdad y la precarización de vastos sectores de la sociedad. El marco da cuenta, mediante una estrategia causal de argumentación, de la continuidad mercantil educativa y expone que el legado dictatorial sigue presente en los gobiernos democráticos posteriores. Sin embargo, el movimiento estudiantil no solamente denunció este hecho, sino que también dejó ver sus nefastas y abrumadoras consecuencias, tanto institucionales como subjetivas, que aportan a la precarización de la ciudadanía y reafirman la existencia de la tradición de la dictadura en los regímenes democráticos. El juicio moral realizado por la movilización da cuenta de dicha continuidad entre dictadura y democracia, evidenciada por el lucro en la educación y sus consecuencias para la precarización del estudiantado, produciendo un sentimiento moral con base en la indignación y la rabia que sustentan la injusticia que produjo la gubernamentalidad neoliberal (
En cuanto al marco agencial, sugerimos su legitimación a partir de lo masivo de sus manifestaciones y protestas, como también mediante la implicación de la ciudadanía en ellas, fundada en el diagnóstico de que aquellos agravios producidos por el establecimiento del lucro en la educación son padecidos no sólo por los(as) estudiantes movilizados, sino también por otros, sean sus padres o las familias chilenas en general. Las formas discursivas que configuran este marco van desde el refuerzo de la defensa de la educación pública y gratuita como tarea central, pasando por el reforzamiento de la movilización a través del compromiso moral-emocional, a partir de la producción de un sentimiento de orgullo compartido por la solidaridad e integración de amplios sectores sociales, así como la generación de confianza en un futuro próximo no mercantilizado, con base en una política prefigurativa. La conservación del apoyo y la adherencia de otros sectores sociales se dio a través de recursos emocionales que apelaban tanto al humor como a los sentimientos de rabia e insatisfacción producidos por la situación identificada como injusta, y también al establecimiento de un horizonte victorioso que se vislumbraba cercano. De esta manera, el marco agencial le permitió a la movilización legitimar sus formas de acción y sus demandas.
Analizar el movimiento estudiantil chileno desde sus marcos de sentido (
Entonces, el estudio del marco de la movilización por la educación pública, de 2011 a 2013, permite entenderla como un proceso de lucha que conlleva un fuerte compromiso político, moral y afectivo, y que entrega nuevos elementos de sentido a la comprensión de un movimiento que desafió la idea fuertemente arraigada de concebir a la educación como un bien de consumo. La base moral y emocional de las manifestaciones estudiantiles, expresadas en paquetes interpretativos de injusticia y de agencia, potenciaron su desarrollo, reforzando su legitimidad pública y social, y permitiéndole al mundo estudiantil disputar los sentidos de lo público y de lo político por al menos tres años, logrando que la causa de la gratuidad fuese incorporada en el programa del segundo gobierno de Michelle Bachelet. Aunque su destino es otra historia.
La obra de Gamson no es la forma de aplicación de la teoría de los marcos más utilizada en las ciencias sociales, ni en la sociología; este honor lo tiene la forma de aplicación de
En este punto el argumento de Gamson, sobre la implicación entre lo personal y lo público, es coincidente con la formulación de los motivos de la acción de
Las operaciones relativas a las formas de identificación, así como a la configuración de un campo de disputa antagónica, superan los objetivos de este trabajo; no obstante, serán desarrollados separadamente.
En el presente escrito seguimos la diferenciación metodológica al interior del
Mediante la observación en las marchas estudiantiles del periodo, convocadas por las organizaciones estudiantiles universitarias como la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), o aquellas en las que los organismos formales comprometían su participación, asumiendo una posición de fotógrafo-activista, uno de los investigadores pudo capturar registros audiovisuales de los gritos y cánticos durante las protestas, así como de los lienzos y eslogans. Se estuvo presente en un total de 29 marchas oficiales -catorce en 2011, siete en 2012 y ocho en 2013-.
La Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (núm. 18692) fue aprobada en los estertores de la dictadura en 1989. La Ley General de Educación (núm. 20370) fue promulgada durante el primer gobierno de Michelle Bachelet, en reemplazo de la LOCE. La Jornada Escolar Completa (Ley núm. 19532) es un programa impulsado por el gobierno de Patricio Aylwin e implementado por Eduardo Frei Ruiz-Tagle, cuya finalidad era aumentar la equidad de la educación primaria y secundaria.
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Cacerolear se refiere a la acción de golpear las cacerolas y ollas como expresión de protesta por parte de la ciudadanía frente a una situación de disconformidad con las autoridades. Esta acción ha sido utilizada en Chile en su historia reciente, con una fuerte carga emocional, volviéndose parte de su repertorio de protestas, en especial en los años recientes a partir de la movilización estudiantil (